La neurología es otro campo que ofrece una percepción muy útil en el
problema de la discontinuidad, mostrando que la televisión es en realidad una
droga. Wes Moore, un científico americano, ha publicado un estudio en el Journal of Cognitive
Liberties[1]
en el que analiza el impacto de la televisión sobre el cerebro. Ver la tele
hace la actividad del cerebro cambiar del hemisferio izquierdo al hemisferio
derecho. Este cambio libera un flujo de opiáceos naturales responsables
para la formación de costumbres. Además, la parte derecha del cerebro no
procesa información, sino es responsable para respuestas más bien emocionales
que racionales. La televisión hace también que el cerebro entre en una
condición “alpha” ultra receptiva y desconcentrada, que es característica de
los estadios de hipnosis o de meditación. Esto significa que la televisión
tiene el efecto de una droga, la única diferencia siendo que el contenido de la
televisión puede ser controlado. Solamente este hecho debería ser suficiente
para catalogar la televisión como una de las mas peligrosas drogas del mundo.
Otro estudio hecho por Dimitri Christakis en 2011[2]
se focaliza en los efectos neurológicos sobre los niños. Los niños son las
victimas por definición de la televisión. Un niñito que crece con la tele va a
tener su cerebro adaptado al tipo de ambiente simbólico que ha absorbido. Pero
lo que más molesta es que la tele sobre-estimula el cerebro con la sucesión
súper rápida de imágenes. Los niños que crecen con la tele pueden desarrollar
problemas graves de concentración. Es un problema muy delicado porque la
concentración es el primer requisito para el desarrollo de la inteligencia. Si
uno no se puede concentrar, no puede sostener un proceso coherente de
aprendizaje. Si la mayoría de los padres permiten a sus niños ver la tele con
regularidad, ellos contribuyen a la creación de una sociedad en la cual las
personas con una capacidad reducida de concentración son la norma. Este tipo de
personas pueden ser fácilmente manipuladas.